viernes, 28 de febrero de 2014

Un Istmo para vida


            Además de compartir un lenguaje para la comunicación con los demás, cada persona tiene sus propios símbolos a los que da una significación especial. Para mí, desde hace muchos años, un símbolo importante de conciencia personal, latinoamericana y universal ha sido el Istmo de Panamá. Recuerdo en las clases de historia, mi maestra de 6o grado culminaba siempre sus reflexiones con alguna frases bolivariana. En una oportunidad dijo concretamente:
            Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuera para nosotros lo que el Corintio para los griegos!
 Se refería Bolívar al papel que cumplió el Istmo de Corintio como centro de la cultura griega.
            Esta frase del Libertador en la Carta de Jamaica ha sido analizada por historiadores y es una muestra de la claridad y amplitud continental que tuvo Bolívar sobre la necesidad de mantener unidos a los pueblos latinoamericanos, para quienes -además de moral y luces- trató de organizar un foro político, económico y cultural ubicado justamente en el centro del Nuevo Mundo, en una formación geográfica que sirve de unión a dos continentes y cuyas costas son bañadas por dos océanos: el Istmo de Panamá. Bien se señala que las ideas de Bolívar fueron precursoras de lo que más de un siglo después constituyeron la Organización de los Estados Americanos (OEA) y las Naciones Unidas (ONU).
            Pero esas entidades no surgieron a partir de discusiones reposadas ni creadas en el "dulce ocio de la paz". Nacidas después del gran desgarramiento humano que constituyó la Segunda Guerra Mundial, no han podido evitar nuevos desastres. El mundo es un permanente erizo, tal como podemos apreciarlo todos los días a través de la información que nos llega de cada rincón y en este momento, su espina más punzante para mí, es la situación venezolana.
            Decía al comenzar que cada quien tiene sus propios símbolos. Deseo compartir uno de los míos: Panamá fue el lugar que mis padres escogieron para ofrecerme el primer aliento de vida. No nací allí, ni siquiera conozco ese país -salvo haberlo tocado en escalas hacia algún otro lugar- aunque me siento panameña por más de una razón: por haberse originado allí mi existencia y porque gracias a lecciones aprendidas cuando niña, comparto la herencia continental que le legara Bolívar a la humanidad, su visión de un mundo libre y solidario, justo en un punto de ese territorio.
            Mi tambor interno, el que empezó a palpitar en Panamá hace más de 76 años, me está pidiendo hablar por el derecho a construir la paz en Venezuela sobre bases firmes por lo que la solidaridad de Panamá a la causa de la democracia en Venezuela me llena de especial emoción y agradecimiento.
            También pienso en la necesidad urgente de asegurarle al mundo una hermandad duradera continental y mundial para hacer realidad el ideal bolivariano de una sincera unión de las personas en cualquier escenario: familia, organizaciones sociales, políticas, culturales o económicas. Puede que algún día el Istmo de Panamá se llene de gente del planeta Tierra celebrando, al son del tambor de la vida, el hermoso estribillo de la conocida canción, levemente modificado por mí en la segunda estrofa:
Panameño, panameño, panameño, vida mía...
Yo que quiero que tú me lleves al tambor de la alegría.

En mi tierra y en tu tierra, yo quiero soberanía...
Vamos al tambor de la alegría.

Gladys García Delgado
@cohorte2006
cohorte2006@gmail.com

Con mi agradecimiento a Panamá
por su solidaridad con Venezuela
Caracas, 28 de febrero de 2014

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